Mayo… día de la madre, del maestro y de las familias. Motivos para compensar afecto, para agradecer, para pedir perdón y para consentirnos.
Vivimos en una época enfocada a tener y a consumir. ¡Es asombrosa la rapidez y la forma en que nos creamos necesidades y buscamos como satisfacerlas!
Y nos llenamos de cosas porque tenemos bloqueado el criterio para convencernos de lo que es necesario para nosotros, o no.
Nos confunde el hecho de que muchas personas tengan cosas y nosotros no. Mis amigos, mis compadres y mi cuñada lo tienen, ¿por qué yo no? Hay cosas que son necesarias, pero también deben ser convenientes. Al igual que lo superfluo, hay cosas que pueden ser también nocivas.
No hay bienes ni buenos ni malos en sí mismos, sino en la forma en la que afectan nuestra vida.
¿Cómo nos ayudan a vivir nuestros valores? ¿Cómo nos permiten hacernos presentes en la vida de aquellos que están necesitados?
Tener lo que no necesitamos, lo superfluo, origina envidia y rencor en aquellos que sí lo necesitan, los induce al robo, y, en grado extremo, a cometer delitos mayores.
La comodidad y la superficialidad pueden hacer de nosotros seres insensibles a la necesidad ajena, negándoles aquello que necesitan.
No pienses que te hace falta, sino, que les hace falta a aquellos que a duras penas viven. ¿cómo podemos aliviar alguna de sus necesidades?
La limosna, desprendimiento generoso de los bienes propios, nos hace crecer por dentro y ser recompensados en el juicio final, porque lo atendimos a Él en la persona de los pobres.
Los bienes que tengo en mi vida deben ser aquellos que necesito, utilizo, cuido, gozo y soy capaz de compartir ayudando a quienes tienen carencias.
Dar, no resta… ¡multiplica!